sábado, 7 de abril de 2012

La familia, fuente de solidaridad

IBALLA SOCORRO
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA

  Pasar tiempo con los nietos o recibir a los hijos en casa a la hora de comer es un placer para cualquier abuelo que se precie. El problema surge cuando esa unión se produce más por necesidad que por gusto. Desde que hace cinco años llegara la crisis, cada vez son más las familias que dependen de la ayuda de sus mayores para salir adelante cada mes con sus pensiones. Según el Instituto Nacional de la Seguridad Social, en Canarias hay registrados 264.934 pensionistas, que cobran una media de 773 euros mensuales, aunque no todos alcanzan esa cifra.
Es el caso de Carmen Santana, una vecina del casco de Santa Brígida que, a sus 81 años, saca adelante a su familia con poco más de los 600 euros que percibe de pensión. En su casa viven de manera habitual sus dos nietos, Idaira y Borja Rodríguez, de 26 y 32 años respectivamente. "Los fines de semana y días festivos también viene a casa mi hija, que durante la semana trabaja en la capital y vive en un piso que tenemos en El Batán. Así ahorramos en gasolina porque le queda más cerca de su lugar de trabajo", explica Carmen.

Además de con la pensión de Carmen, la familia sale adelante con el poco dinero que gana su nieta. "Trabajo desde hace cuatro meses como limpiadora de un banco y gano 184 euros", explica Idaira, que pasó nueve años en paro antes de conseguir el empleo. Su nieto Borja, empleado en una tienda de electrodomésticos, también colabora con los gastos familiares. "Cada uno se encarga de pagar una cosa y así nos quitamos de encima cada mes el agua, la luz y el teléfono porque intentamos no tener más gastos que esos", afirma Carmen.

El gasto en comida es, sin duda, el mayor de todos ellos. "La pensión se me va en la compra, y no veo el día que comienza el mes para ir un poco más tranquila porque la comida cada vez está más cara y acabamos contando los céntimos", señala Carmen.

Ni Idaira ni Borja se plantean abandonar la casa de su abuela e independizarse. "Gracias a ella salimos adelante y además nos hacemos compañía. Estamos todo el día molestándonos la una a la otra y, reconozco que también estoy bastante cómoda viviendo aquí", afirma Idaira. Eso sí, colaboran en no suponer un gasto añadido para su abuela. "Yo prefiero no salir de fiesta por las noches y ahorrar ese dinero porque no es algo que me guste demasiado y no lo echo en falta. Prefiero gastármelo con mi abuela si salimos a dar un paseo", comenta Idaira.

Menos creciditos están los nietos de Rosa Martínez. A sus 72 años, esta vecina de Hoya Bravo comparte domicilio sus nietos gemelos de 11 años, Carlos y Andrea Castellano, y con su hija Natividad Rodríguez. "Lo bueno de mi casa es que aquí siempre hay mucha vida gracias a los niños", comenta con orgullo Rosa mientras mira a sus nietos en el salón de la casa.

La pensión de Rosa tampoco supera los 600 euros y, aunque su hija trabaja como educadora infantil en una guardería municipal, los recortes a los empleados públicos que muchos ayuntamientos han tenido que hacer para sanear sus arcas han influido en sus ingresos mensuales. "Más no me pueden reducir el sueldo porque si no voy a tener que acabar pagando por ir a trabajar", comenta con cierto humor Natividad.
Rosa tiene además otros tres hijos, uno de los cuales está desempleado desde hace un año y medio. "A él le echamos una mano cuando podemos con algo de dinero para que pueda vivir porque la familia está para ayudarse y estos son momentos complicados en los que tenemos que sacrificarnos", explica Rosa. Otras veces su hijo aprovecha para comer en el domicilio familiar. "A veces viene y almuerza con nosotros y eso también ayuda. Él sabe que, por lo menos, un plato de comida no le va a faltar nunca", señala.
Su mayor deseo es que su hijo encuentre pronto un empleo que le ayude a estar mejor. "Hay meses que se vuelven difíciles y hay que hacer un poco de equilibrio con el dinero pero lo que mejor le vendría a él es encontrar un trabajo de lo que sea, que es muy manitas", comenta.

Los pequeños de la casa suponen el mayor gasto de esta familia. "Entre el colegio, la ropa, la comida... es como tener una hipoteca pero les ves crecer y eso compensa", comenta Natividad. Para hacer frente al pago de todas las necesidades diarias de la familia, Natividad ha tenido que renunciar a otras cosa "como ir al gimnasio". Un sacrificio compartido por Rosa. "Yo antes iba a andar todas las mañana a las clases del polideportivo pero ahora toca apretarse el cinturón y, de momento, ya no voy", señala.

Natividad tampoco ha pensado en ningún momento dejar la casa de su madre. "Nos hacemos compañía y para mí es una gran ayuda a la hora de cuidar a los niños cuando tengo que ir a trabajar. Estamos acostumbrados a estar juntos y es un apoyo muy importante para salir adelante", comenta sonriente.